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¿Quiénes construyeron los
desconcertantes túneles y galerías subterráneas de América del
Sur? Si alguna civilización conoció el secreto, esta fue sin
duda el Imperio Inca. Pero, ¿fueron ellos en realidad sus
constructores? ¿O tan sólo custodiaban las entradas sagradas
al Uku Pacha o “mundo de abajo”, donde vivían según sus
leyendas los seres sabios de antiguo?
Ficción o
realidad ignorada, veamos a continuación algunas señales de
este enigma, un claro mensaje que puede rastrearse desde el
Titicaca al Cusco u “ombligo del mundo”.
El recuerdo de
los gigantes
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El punto de partida,
inevitablemente, es Tiahuanaco. Llamada en el pasado
“Ciudad Eterna”, la antigua Wiñaymarca del gran
Huyustus, el primer Gran Maestre de “los sacerdotes
salvados de las aguas”. Sin duda, Tiahuanaco esconde el
recuerdo de esa avanzada civilización que llegó a
tierras andinas de allende los mares. Y para nuestra
suerte, aún podemos rastrear la historia de aquel
empolvado tiempo. Prueba de ello es el testimonio de
Katari, uno de los más grandes quipucamayocs del
incanato - aquellos que guardaban los archivos
históricos del Imperio - quien comentó a los
conquistadores que el legendario Huyustus era un señor
poderoso, rubio y de ojos azules, que vino de muy
lejos...
Kalasasaya
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Tres horas en automóvil toma
llegar desde la capital de Bolivia, La Paz, al yacimiento
arqueológico. A casi cuatro mil metros de altura, esta leyenda
ya se respira en el Ande.
Hoy en día los pescadores
del Titicaca - en el lado boliviano - recuerdan la historia de
la antigua Wiñaymarca, la morada prehistórica de los
“gigantes” que acompañaron a Huyustus. De hecho, el mismo
Pedro Cieza de León, reputado cronista español, recogió un
dato interesante que sugiere la antigüedad real de esta
ciudad: cuando los incas llegaron a Tiahuanaco, la hallaron
fragmentada, en ruinas, lo cual ya nos indica qué tenía mucho
tiempo de estar allí. Quizá desde los primeros tiempos post
“diluvio”. El inca Garcilaso de la Vega, apoyando esta
posibilidad, escribía en sus Comentarios Reales (1609) que un
hombre extraño apareció en Tiahuanaco cuando “cesaron las
aguas”, lo que también nos hace recordar aquella teoría que
sostiene una migración de sobrevivientes atlantes hacia la
Cordillera de los Andes.
Como fuere, la existencia de gigantes
antiguos no nos debe sorprender, por cuanto cronistas de
diferentes épocas hacen amplia referencia a ellos. En
todas las culturas, encontramos claras alusiones a seres
de gran estatura. Por ejemplo, en la India se habla de
los Dânavas y los Daityas; en Ceilán de los Râksharas;
en Grecia hallamos a los legendarios Titanes; Caldea,
por su parte, mantiene en su memoria la existencia de
los Izdubars (Nimrod); los judíos los Emins de la tierra
de Moab. Y así podríamos continuar ya que la lista es
larga. Además, por si el lector aún tiene dudas, existen
fósiles de los gigantes, los mismos que alcanzan una
estatura de 3.75 a 4.00 metros. No hay que olvidar que
los antropólogos han acuñado el término de “gigante
pithecus” y “megantropo” para identificar a grupos
humanoides de gran estatura, que vivieron hace millones
de años en lugares tan diferentes como China, Java y
Transwaal. ¿Todos se extinguieron? ¿Cuál fue el origen
del gigantismo?
Las
leyendas incas mencionan a estos gigantes una y otra
vez. En el Perú antiguo, por citar un evento, se afirma
que en tiempos del incanato hubo una llegada masiva de
gigantes en las costas de Lambayeque (!). ¿Quiénes eran?
¿De dónde venían? ¿Tenían relación con la Atlántida y
sus supuestos supervivientes?
Extraordinaria fotografía del célebre
artista cusqueño Martín Chambi, en donde aparece el
llamado “gigante de Paruro”, descendiente de los
antiguos, al lado de un actual mestizo peruano. (1917).
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Una teoría arriesgada para
muchos - pero posible- sostiene que el gigantismo se debe a la
hibridación con seres extraterrestres de gran estatura; así se
habría transmitido el código genético necesario para una
posterior mutación. Si fuese así, ello tampoco nos debería
sorprender. En la Biblia, así como en otros textos sagrados,
existen diversos relatos de la unión de “los dioses” o “seres
angélicos” con las hijas de los mortales. Y de estas uniones
nacieron gigantes…
En Tiahuanaco, a decir del
estudioso Guillermo Lange Loma, en su documentada obra “El
Mensaje Secreto de los Símbolos de Tiahuanaco y del Lago
Titikaka”, los gigantes eran conocidos bajo el nombre de
“Antilis” y “Chullpas”, sobrevivientes de un mundo perdido,
estableciendo en el altiplano, hace miles de años, una
sociedad avanzada que fue la madre del Imperio Inca. No hay
que olvidar que para Arthur Posnansky, padre de la arqueología
boliviana, Tiahuanaco tiene entre 10.000 y 15.000 años de
antigüedad. Y recientemente, gracias al investigador británico
Graham Hancock, se ha demostrado que esta fecha no es
imposible - basándose en la alineación del templo tiahuanacota
de Kalasasaya con la posición de ciertas estrellas bajo la ley
del ciclo precesional- .
¿Fueron aquellos gigantes o
“antilis” construyeron esta ciudad de piedra y sus túneles en
esos tiempos remotos?
Seres
poderosos que dejaron su huella
Según
un Quipu ―sistema de nudos para transmisión de información en
tiempos de los incas― descifrado por Yutu Inga, los Servidores
Invisibles de Wiracocha, el Dios supremo andino,
fueron los Huamincas, que eran descritos como
“ángeles bellos o resplandecientes”.
Las leyendas
andinas atesoran abundantes y extrañas referencias a esos
seres poderosos que habrían morado en Tiahuanaco. Aquellos
titanes dominaban los elementos, hacían llover fuego, partían
la tierra formando quebradas o levantaban cerros. Les nacían
alas, y al final, después de prodigar sus profecías se
convertían en huacas o númenes protectores.
No dudo en que los monolitos de Tiahuanaco encierran los
principios de todas las ciencias y artes. Esconden un
mensaje.
Yendo más al fondo, vemos que similitudes
lingüísticas en el mundo nos permiten deducir que la raíz
aymará “Ti” del nombre Tiahuanaco o Tiwanaku evoca a la
divinidad misma, como el Tien chino, el
Theos griego o el Teotl nahuált del México
antiguo. Es atrayente conocer el posible significado
etimológico de la palabra Tiahuanaco: “tio”, en
aymará, quiere decir “dios”; “ti-huan”
significa “de dios”, y “aka”, significa
“esto”. Entonces Tiahuanaco se traduciría como
“esto es de dios”.
Ese contexto
mágico-espiritual se percibe cuando se contempla el Inti
Punku. Es la pieza lítica que llama la atención a todo
aquél que visita Tiahuanaco: la Puerta del Sol. Este
bloque de andesita, hecho en una sola piueza de 10
toneladas, contiene un olvidado lenguaje ideográfico que
nadie ha sabido interpretar correctamente. El propio
cronista español Cieza de León queda extasiado ante su
portento.
Los indios dicen que la grieta que
muestra la Puerta del Sol fue hecha por un “rayo” que
del cielo cayó a Tiahuanaco (?). Existen muchos hechos
extraños en torno a este enclave andino y la súbita
desaparición de sus habitantes. Ricardo González en la Puerta del
Sol
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A estas alturas, muchos se
preguntarán cuál es la conexión de los túneles antiguos con
estas ruinas y sus olvidados habitantes.
Veámoslo a
continuación.
Un tunel a
Cusco
Volviendo al relato de Katari,
uno de los últimos “archivadores” de información inca a través
del sistema de quipus, hallamos una posible explicación al
destino de Tiahuanaco.
Huyustus ―según la leyenda que
nos transmite Katari― era el “Señor Poderoso” de la
meseta del Collao, el altiplano del Lago Titicaca. Aquel
personaje procedente de tierras lejanas estableció un sistema
de fortificaciones colosales, conocidas con el nombre de
pukaras, que coronaban de baluartes inexpugnables los
picos de la cordillera. Antes de morir ―concluye el relato
contenido en el quipu inca― Huyustus dividió su reino “entre
sus cuatro hijos”.
Inevitable pensar ahora en el
mito de los cuatro “hermanos ayar”.
Es revelador este relato por
cuanto uno de los hermanos, llamado “Ayar Manco”, fue
precisamente el fundador del Imperio Inca al salir airoso de
una caverna en el cerro Tamputoco, en el Cusco. Salió
literalmente del Mundo Subterráneo. Eran los “hijos de
Huyustus”, o para ser más precisos, sus descendientes.
Ya en 1845, el Conde de
Castelnau, que dirigió una expedición científica bajo los
auspicios del gobierno francés, al explorar Tiahuanaco
concluyó también que Manco Cápac o Ayar Manco
descendía de uno de los grandes
reyes de Tiahuanaco llamado Huyustus.
Tiahuanaco fue atacada por
antiguas tribus que se empezaron a diseminar por todo el
altiplano del Collao, poniendo en peligro no sólo a los
Sacerdotes Científicos de la otrora Ciudad Eterna, sino los
tesoros que protegían. Entre ellos, y el más importante, un
disco que pareciera de oro ―en verdad está hecho de una
extraña aleación de metales― de unos tres metros de diámetro,
que había sido una heredad de los Fundadores de Shambhala.
Como ya adelantábamos en
“Los Maestros del Paititi”, Manco Cápac o Ayar Manco
habría escapado de este ataque ―luego de ocultar el disco en
una galería subterránea― a través de un túnel que, desde la
hoy llamada Isla del Sol, le llevaría al Cusco, para fundar
allí el Imperio Inca. Esta historia está sostenida por
diversas observaciones de los cronistas de la conquista. Por
ejemplo, el padre Bernabé Cobo, cuenta en Historias del
Nuevo Mundo (1653) que un tal Juan de Vargas halló entre
las ruinas de Tiahuanaco los restos de un gigante, como si
hubiese sido ultimado por un ataque. En relación a los “atajos
intraterrestres”, diversos cronistas mencionaron a boca de
jarro la existencia de un túnel subterráneo de más de 400
kilómetros que une el Titicaca con Cusco. El mismísimo
Garcilazo de la Vega, tan mesurado en sus escritos, insiste en
la importancia de estas chinkanas o laberintos, como
vemos, muy anteriores a los incas. El cronista español
Cristobal de Molina, ya en 1638, se une también a nuestro
pensamiento al afirmar que: “Manco Cápac pudo
haber seguido esta galería subterránea desde la isla en el
Titicaca hasta Cusco”.
Hemos visitado en repetidas
ocasiones Tiahuanaco, la Isla del Sol y las diferentes
esquinas secretas del Cusco. En todos estos enclaves
comprobamos la existencia de antiguos ingresos a túneles,
aunque, penosamente, la mayoría de ellos se encuentran tapados
desde la época feudal boliviana y, por parte del Perú, en el
martirio virreinal que asoló Cusco y luego la excesiva
prudencia militar que procuraba “que no se perdieran más
exploradores en su interior”.
Incluso, hemos estado en las
auténticas cuevas de donde habría salido el mismísimo Manco
Cápac, que al ser exploradas con calma el aspirante comprobará
que se ensanchan lo suficiente como para permitir a una
persona caminar de pie sin molestia alguna…
Siguiendo los indicios de aquel
Gran Túnel que une el Titicaca con Cusco, llegamos
inevitablemente a los centros sagrados más importantes del
“Ombligo del Mundo” inca, descubriendo su contundente
vinculación con el Reino Subterráneo o Uku Pacha. Y
es que, así como los mayas fueron los más diestros hombres en
la comprensión del Tiempo, los incas constituyen, sin duda, la
civilización de antiguo que más contacto tenía con los túneles
sagrados de América…
La
arcana sabiduria andina
Los incas
separaban en “tres mundos” la estructura del Universo: Uku
Pacha o “Mundo de Abajo”; Kay Pacha o “Mundo de
Aquí”; y Hanan Pacha o “Mundo de Arriba”. Aunque hay
diversas interpretaciones filosóficas sobre este particular,
analizando estos antiguos conceptos andinos sin apasionamiento
alguno, vemos que es una sencilla y clara descripción del
Mundo Subterráneo, el Mundo de Superficie, y el Mundo de los
Cielos.
Los incas pensaban que las chinkanas o túneles
del “Gran Laberinto” ―que realmente existen― conducían al Uku
Pacha, donde vivían sus “ancestros”, seres poderosos que les
revelaron, entre otras cosas, el arte de construir ciclópeas
paredes de roca en las cumbres de los Andes.
Pero estos
seres de gran sabiduría, que se mencionan insistentemente en
las leyendas andinas, ¿qué tan antiguos son? ¿Son acaso, una
referencia a los sacerdotes perdidos de Tiahuanaco, algunos de
ellos establecidos en una secreta red subterránea? ¿Se trata
de aquella civilización prehistórica, desconocida por
nosotros
El cronista Huamán Poma Ayala, descendiente de
una casta noble inca, en sus escritos afirmaba que los
primeros incas “legítimos” fueron los Apo Cápac, muy
anteriores a Manco Cápac, el “Adán de los Andes”, que a decir
del cronista fue sólo “el primer Jefe de la Segunda
Dinastía”.
Las
Chinkanas sagradas
Se cuentan por
doquier las historias de exploradores “desaparecidos” en el
mundo intraterrestre del Cusco. Ya en 1624, Francisco Rueda,
Juan Hinojosa y un tercer hombre llamado “Orué”, entraron en
la misteriosa chinkana que se halla próxima a Sacsayhuamán,
sin imaginarse que nunca más regresarían a la superficie. Más
tarde, en 1814, el cronista mestizo Mateo García Pumakawa, le
reveló al Coronel Domingo Luis Astete la existencia de esa
antigua red de túneles que involucra “todo el Cusco”.
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EEstos laberintos
subterráneos - que sospechosamente terminan
interrumpidos por grandes rocas, como si éstas hubiesen
sido colocadas para ocultar alguna entrada secreta -
como vimos, son anteriores al establecimiento del
Imperio Inca. Recordemos, por ejemplo, que cuando
llegaron los conquistadores al Perú, consultaron a los
indígenas por quiénes habían construido Sacsayhuamán y
los túneles adyacentes. Los relatos sostienen que los
lugareños se limitaron a responder que estas moles de
piedra y los túneles “siempre habían estado allí”, y que
los más ancianos de la región las atribuyen a una raza
desconocida que precedió a los incas: los Ñaupa Machu
(Los muy antiguos, los de edad vieja).
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Como fuere, la chinkana
más significativa del Cusco la constituye el túnel
subterráneo de 2 kilómetros que une Sacsayhuaman con el
Qoricancha o “Templo del Sol”. Aunque siempre se relegó
su existencia a los “cuentos de los indios”,
recientemente el arqueólogo español Anselm Pi
Rambla demostró que el legendario camino
intraterrestre existe, afirmando inclusive que este
descubrimiento “puede cambiar la óptica de la historia
antigua del Perú”. Por si fuera poco, el investigador
sostuvo que este camino subterráneo formaría parte de un
conjunto de galerías, cámaras, fuentes y hasta antiguos
mausoleos que se hallan bajo el mismísimo suelo de la
ciudad del Cusco...
De acuerdo a las imágenes
que obtuvieron a través de la medición con radar ―como
parte del Proyecto Wiracocha, iniciado en
agosto de 2000― comprobaron que la chinkana de
Sacsayhuamán se comunica “en línea recta” con el Templo
del Sol, con el Convento de Santa Catalina, con la
Catedral o templo del Inca Wiracocha, con el palacio de
Huáscar, con el templo de Manco Cápac y con el
Huamanmarca. Además, es importante tener en cuenta que
todos estos edificios conectados por la citada chinkana
se hallan en perfecta alineación astronómica con el Sol,
la Luna y algunas constelaciones.
Esta chinkana que une
Sacsayhuamán con el Qoricancha guarda para nosotros un
interés medular, por cuanto fue a través de este camino,
que el príncipe Choque Auqui ―el último y secreto inca―
huyó silenciosamente del Cusco para dirigirse al
Antisuyo, región selvática del oriente peruano en donde
yace la insondable Paititi o también llamada “El
Dorado”.
El enigma
de la zona X
Es muy posible que la Zona
X ―quizá el lugar más emblemático del Cusco en relación
al “mundo de abajo”― sea una de las entradas mágicas a
aquel reino secreto que se oculta bajo nuestros pies.
Curiosamente, se encuentra muy cerca de “La Colina de
los Halcones”, el enclave andino donde se yergue
Sacsayhuamán o mejor dicho “El Templo del Rayo”, mal
llamado fortaleza porque se utilizó como punto
estratégico de defensa ante la arremetida de los
conquistadores.
Desde aquel paisaje que
ofrece el conjunto de cuevas de la Zona X, el aspirante
podrá contemplar corpulentas montañas, que parecen
cóndores de piedra con las alas abiertas, como
gigantescos guardianes que simulan dormir, pero cuyo ojo
vigilante, se mantiene atento y acucioso sobre la
“ciudad puma”.
La denominación “X” se
debe a que desde gran altura el conjunto de cavernas
dibuja esta letra, como si el lugar hubiese sido marcado
o concebido desde los cielos del Cusco. Además, es muy
extraño encontrar esculturas de piedra que se asemejan
notablemente con las halladas en Hayumarca (Puno) y
Marcahuasi. Este sector inexplorado, que refuerza el
planteamiento del nombre, poco a poco se va convirtiendo
en un atractivo turístico, más por la fama de fenómenos
extraños que por un interés histórico o
arqueológico. Las “desapariciones” de visitantes
en estas chinkanas que, de pronto, se ven interrumpidas
por alguna gran roca, se han reportado en más de una
ocasión. Y es que el recinto pétreo de la Zona X insinúa
con cierto encanto las diversas entradas y pasillos que
llevan al mundo intraterrestre, aunque no siempre a
través de accesos físicos, sino también
interdimensionales.
Por esta razón los
chamanes del Cusco utilizan hongos y bebidas
alucinógenas para generar estados de “desdoblamiento”
que les permitan ingresar a ese mundo interno y recibir
profundas enseñanzas de los Hombres-Cóndor y
Hombres-Amaru (serpiente en quechua), que no es más que
una denominación andina para los Maestros del “Cielo” y
del Mundo Subterráneo. Luego de haber hablado con un
sinnúmero de Pacos o Sacerdotes Andinos, de manera
particular con los ancianos del Reino Q’ero ―los
descendientes auténticos de los incas― a más de 4.500
metros de altura, no guardamos la menor duda que ellos
conocen el “secreto”.
Machu Picchu:
Una ciudad ¿Inca?
Dada a conocer
por el explorador norteamericano Hiram Bingham en 1911,
Machu Picchu ―la “Anciana Montaña” en quechua― se ha
convertido en uno de los enclaves de misterio más
renombrados de toda América del Sur.
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A 3.800 metros de altura, nos
encontramos ante una obra soberbia que muestra una compleja
disposición de templos, palacios y observatorios al filo de
los abismos del Ande. Nadie ha podido explicar
satisfactoriamente cómo los incas trasladaron los pesados
bloques de piedra a estos riscos desde canteras alejadas - se
dice que se utilizó granito del río Urubamba, situado a más
quinientos kilómetros por debajo de la ciudadela - . Valga la
aclaración, no creemos que haya sido levantada por visitantes
cósmicos, pero sí con la técnica de un conocimiento perdido.
En todo caso, lo más intrigante no es cómo se construyó Machu
Picchu, sino por qué eligieron levantarla
allí…
Machu Picchu
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En su momento, el
profesor de Astronomía de la Universidad de Postdam, Rolf
Muller, haciendo mediciones con el gnomon solar de los incas o
Intihuata del Machu Picchu, llegó a la conclusión de que el
trazado original del emplazamiento correspondía a determinados
alineamientos celestes que se habían producido hace 6.000
años, muy lejos de la cifra conservadora que manejan los
arqueólogos ortodoxos para Machu Picchu (supuestamente
edificada en el Siglo XV). Ahora bien, si Muller, como tantos
otros científicos, tiene razón en sus cálculos,
definitivamente el descubrimiento de Hiram Bingham no es
inca. Es más, el propio descubridor, incluso, ni siquiera
estaba convencido de su manufactura incaica. Llegó a sostener
abiertamente que la misteriosa ciudad de piedra fue abandonada
por una cultura antigua llamada Pirwa, y que
posteriormente a ello, fue ocupada por el Imperio del Sol.
Para pensar un poco más, para el Dr. Gabriel Cosío, profuso
investigador del incanato, la ciudad-templo fue establecida en
el paleolítico quechua, reinando con Tiahuanaco
(!).
Su ubicación estratégica en
medio de picos pronunciados, y asentada según estudios
geológicos sobre una base de cuarzo ―hecho que otorga cierta
conductividad de energías cósmicas a la ciudadela― convierten
a Machu Picchu en un templo sagrado cuya conexión con el Mundo
Subterráneo, es también importante.
Actualmente, en silencio y sin
alertar a los turistas, se vienen desarrollando diversas
exploraciones en Machu Picchu a manos de espeleólogos
profesionales.
Una de las entradas al mundo
interno yace en la Montaña del Huayna Picchu, que se yergue
como un protector gigantesco sobre la ciudadela.
Quien decida llegar a ella,
deberá ascender el camino que serpentea el macizo para tomar
un desvío a la izquierda, un camino que desciende lentamente,
para enterrarse en breve en plena ceja de selva. Al cabo de
unas horas, se llegará al Templo de la Luna, en cuyas
inmediaciones se encuentran los accesos secretos al Uku
Pacha.
En verdad, son muchos los
accesos a ese mundo mágico en esta región cusqueña. Las
montañas de Ollantaytambo, el Nevado Ausangate y los túneles
secretos de Chincheros son sólo algunos de los otros puntos
que se pueden investigar, obedeciendo siempre las señales
sagradas que los antiguos supieron dejar marcadas.
Los incas, como los mayas,
también tenían profecías, y una de ellas menciona el ciclo del
Pachacuti o los “500 años de Purificación”, en donde
el “Inca Rey” de Paititi volvería del Uku Pacha al Kay Pacha o
“mundo de afuera”,“mundo de superficie”, para restituir la
cabeza que fue cercenada en la conquista. El retorno de la
luz. El arribo de un Tiempo Nuevo.
Los túneles existen. Y no sólo
en Bolivia y Perú, sino en diferentes enclaves del mundo.
Algunos de ellos son tan antiguos como la humanidad misma.
Quienes los diseñaron y
construyeron, han depositado allí su más preciado tesoro: el
conocimiento. Una gravitante revelación que asistiría a la
humanidad cuando asuma su papel y misión en el Universo.
¿Estamos preparados?
Entretanto, los Guardianes del
Uku Pacha, la Hermandad Blanca de los Retiros Interiores,
seguirá aguardando al sincero buscador de la verdad, en espera
de ese momento…
Este artículo es una adaptación del libro “Uku
Pacha, el mundo subterráneo de la Hermandad Blanca”, de
Ricardo González. © 2003
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